jueves, 30 de marzo de 2006

¿Profetas en la Tierra Media?

UNA APROXIMACIÓN AL PERSONAJE DE TÚOR


Cuando leí por primera vez El Silmarillion, no me fijé demasiado en la historia de Túor. Al menos, no más detenidamente que en la del resto de personajes. Años más tarde, leí los Cuentos Inconclusos y en estos se amplía la historia aportando más información y matices; y fue al leer esta nueva versión cuando una idea apareció en mi cabeza. ¡Vaya!, ¿no me recuerda Túor a un profeta?. Pero ahí quedó la cosa, hasta hace poco, en que volví a acordarme de este pasaje y decidí ampliar mi información sobre el tema; y desde luego, creo que se puede decir que Túor y este pasaje de la historia de la Primera Edad encajan perfectamente con lo que podríamos llamar “perfil” del profeta.

En primer lugar, transcribiré de forma resumida, los puntos más importantes del encuentro entre Túor y Ulmo para posteriormente describir las características que definen a los profetas y poner de relieve los paralelismos encontrados:

(…) Cuando Túor está viviendo como un proscrito tras escapar de Lorgan, el Hombre del Este se dice: “fue entonces, según se dice, que se manifestó el poder de Ulmo(…) Por ese entonces, Ulmo atendía sobre todo al destino de la Casa de Hador, porque se proponía que ellos desempeñaran un importante papel en la empresa de socorrer a los Exiliados(…) Así fue que un día a principios de año (el 23 a.p. de la Nirnaeth) Túor estaba sentado junto a un manantial(…) de pronto, el corazón le dijo que ya no seguiría esperando(…) “iré en busca de mi destino!”. Se pone a cantar y el agua de un pozo a sus pies comenzó a bullir y desbordó. Y él lo interpretó como un signo. Y va en busca de Turgon. En el camino encuentra a Gelmir y Arminas que le guían y le dicen: “Y no creas que nuestro encuentro haya sido casual; porque el Habitante del Piélago (por Ulmo) mueve muchas cosas en esta tierra”. Más tarde, la llamada de las tres grullas blancas lo salvó de la marea. Posteriormente se demora en su viaje hasta que un nuevo signo (siete cisnes) le indican que ha de continuar el camino.

Cuando llega a Vinyamar encuentra un escudo (azul con el ala de un cisne) y una magnífica cota y un yelmo y una larga espada envainada. Túor las coge y dice: “por esta señal tomaré estas armas para mí y sobre mí cargaré el destino que deparen. (En el Silmarillion se cuenta que cuando Ulmo se le apareció a Turgon en Vinyamar y le ordenó que fuera a Gondolin le dijo: “pero si este peligro acecha en verdad, entonces vendrá a alertarte uno de Nevrast, y de él, más allá de la ruina y del fuego, recibiréis esperanzas los Elfos y los Hombres. Por tanto, deja en esta casa una armadura y una espada para que él las encuentre, y de ese modo lo conocerás y no serás engañado”. Y Ulmo le declaró a Turgon de qué especie y tamaño tenían que ser el yelmo y la cota de malla y la espada que dejaría en la ciudad). Y entonces, tras coger las armas, Ulmo se le manifestó a Túor, quien, lleno de miedo, se arroja de bruces sobre la arena.

-¡Levántate Túor, hijo de Húor!- dijo Ulmo- No temas mi cólera(…) Tienes que(…) encontrar a Turgon y cuidar de la ciudad escondida. Porque te has ataviado de ese modo para ser mi mensajero, con las armas que desde hace mucho tenía dispuestas para ti…¿Llevarás mi recado?

-Lo haré, Señor- dijo Túor.

-Entonces pondré palabras en tu boca que dirás a Turgon- dijo Ulmo- Pero primero he de enseñarte, y oirás algunas cosas que no ha oído nunca Hombre alguno(…) y ahora la maldición de Mandos se precipita hacia su consumación(…) Sólo queda la última esperanza(…) y esa esperanza radica en ti; porque así yo lo he decidido.

-Y Túor pregunta- ¿Y qué queréis vos de mí, Señor, si llego ahora ante Turgon?. Porque aunque estoy en verdad dispuesto a hacer como mi padre, y apoyar a ese rey en su necesidad, no obstante de poco serviré, un mero hombre mortal, entre tantos y tan valientes miembros del Alto Pueblo del Oeste.

-Si decidí enviarte, Túor, hijo de Húor, no creas que tu espada es indigna de la misión.(…) Pero no te envío sólo por tu valor, sino para llevar al mundo una esperanza que tú ahora no alcanzas a ver, y una luz que horadará la oscuridad(…)Vete ahora(…).

-Sea como vos mandáis- dijo Túor-. Pero si escapo del destino, ¿qué palabras le diré a Turgon?.

-Si llegas ante él- respondió Ulmo-, las palabras aparecerán en tu mente, y tu boca hablará como yo quiera. ¡Habla y no temas!. Y en adelante haz como tu corazón y tu valor te lo dicten. Y le puso de guía a Voronwë.


Bien, analicemos ahora el significado de la palabra profeta y las características que definen al profeta y que encontramos en los textos bíblicos( y no sólo en los textos cristianos, aunque sean en este caso los que nos ocupan, también en referencia a Mahoma, encontramos características comunes con los profetas bíblicos).

En primer lugar, según el diccionario de la RAE: “profeta” (del latín prophēta, y éste del griego προφετης profētes), en su tercera acepción: Hombre que habla en nombre y por inspiración de Dios.

Si vamos a la Biblia, encontramos una definición en la introducción a los libros proféticos (libros de Isaías, Jeremías y Ezequiel como los tres mayores profetas del Antiguo Testamento): la palabra “profeta” deriva del griego “profētes” cuyo significado etimológico es el de “hablar en nombre de”, “ser portavoz” de otro- y no necesariamente “predecir el futuro”, si bien el portavoz de Dios, que interpreta en un sentido sobrenatural la historia, lleva por eso mismo su mirada al futuro, así como al presente y al pasado-, y traduce a su vez en la literatura bíblica el término hebreo “nabi”.

Si se relaciona con una raíz arcaica emparentada con _nb_ (brotar con ruido, agitarse interiormente); el nabi sería el que habla con vehemencia y bajo el influjo de una potencia superior, para anunciar cosas inaccesibles a los mortales.

Otros recurren a una raíz _nb_ (hablar), significaría entonces “el hablante” (por la divinidad).

Hay una tercera explicación, más sencilla y más plausible; relacionar el nabi con el acádico nabu, que presenta el sentido de “llamar”. El nabi sería, pues, el “llamado” (por Dios).

Los profetas eran los pregoneros de la palabra de Dios. Lo que mejor define al profeta es precisamente su carácter carismático, es decir, su condición de elegido y llamado directamente por Dios.

Para encontrar las características que definen al profeta hemos de recurrir a los relatos de vocación de los cuales tenemos suficientes y representativos ejemplos (Is 6; Jr 1; Ez 1-3; Os 1-3; Am 7,10-17; Jon 1,1-3; 3,1-4)¹. Estos relatos coinciden en destacar algunos rasgos principales que nos permiten reconstruir “el perfil del profeta”:

Llamados y enviados por Dios: no se es profeta por propia iniciativa, por determinadas cualidades o condiciones heredadas. Se es profeta por decisión y elección de Dios. Todos los relatos de vocación coinciden en señalar la iniciativa divina que culmina en la “llamada” concreta a cada uno de los profetas. (…Y entonces Ulmo se le manifiesta a Túor, “¡levántate Túor, hijo de Húor!”(…) “la esperanza radica en ti porque yo así lo he decidido”).

Estos a su vez perciben dicha “llamada” o vocación, en el marco de un encuentro especial con Dios que cambia sus vidas, dándoles una nueva orientación. Por eso, a la llamada sigue normalmente la misión que constituye al llamado en un “enviado”, es decir, alguien que no actúa ya por cuenta propia, sino por cuenta y en nombre de Dios. Es lo que expresan frases como “irás a donde yo te envíe, y dirás lo que yo te ordene” (Jr 1,7) “les comunicarás mis palabras, escuchen o no” (Ez 2,7)(….”tienes que(…) encontrar a Turgon(…) para ser mi mensajero”).

Misión pública: la llamada y el envío convierten al profeta en un personaje público. La misión lo sitúa ante unos destinatarios a menudo refractarios e incluso hostiles a su misión. Exige al profeta enfrentarse abiertamente a personas e instituciones poderosas, debiendo superar los propios miedos y las amenazas (y eso es lo que ha de hacer Túor dirigiéndose a Gondolin y enfrentándose incluso a una condena a muerte por haber osado llegar a la Ciudad Escondida).

Ministerio de la palabra: el profeta es el “hombre de la palabra”. La palabra es lo más característico del oficio profético. Por eso, Jeremías pretende escapar del encargo divino argumentando con su incapacidad de hablar (Jr 1,6) e Isaías dice que sus “labios son impuros” lo que lo convierte en inadecuado para la misión (Is 6,5).

En el caso de los tres grandes profetas reciben de Dios un gesto que los habilita para el ministerio de la palabra. De esta manera, el profeta ya no hablará por su cuenta sino que es un transmisor del designio divino: “yo pongo mis palabras en tu boca” (Jr 1,9). A través del profeta y su ministerio, la palabra de Dios interviene en la historia y se encarna en ella para juzgarla, reconvertirla y salvarla(….”entonces pondré palabras en tu boca que dirás a Turgon”(…) “si llegas ante él, las palabras aparecerán en tu mente y tu boca hablará como yo quiera. ¡Habla y no temas!”).

En cuanto a los relatos proféticos, en su forma literaria, suelen contener los siguientes puntos:

Manifestación divina: una experiencia de cercanía. Dios entra en la vida del llamado en un momento concreto de su historia.(Ulmo se aparece a Túor en el momento en que éste ha decidido buscar a Turgon cumpliendo así su destino).

Palabra introductoria: “la Palabra de Dios se dirigió a” es una fórmula que se suele usar para resaltar el carácter personal de la comunicación entre el Señor y su elegido. (En el caso de Túor no se expresa exactamente así pero el contexto deja claro esa intimidad entre Túor y Ulmo).

Encargo: la misión suele expresarse en tono imperativo para subrayar el carácter irresistible de la experiencia (…”tienes que(…) encontrar a Turgon”(…)”vete ahora”(…)”¡Habla y no temas!”).

Objeción: en todo relato aparece por parte del elegido. Se usa para señalar la libertad en la aceptación del encargo. A veces suena como un grito de impotencia y recoge las dificultades reales del elegido.(…”de poco serviré, un mero hombre mortal, entre tantos y tan valientes miembros del Alto Pueblo del Oeste”).

Confirmación: el encargo de Dios supera la debilidad, los impedimentos e incluso las incoherencias del llamado. La misión se confirma pues no dependía de las cualidades del profeta.(…”si decidí enviarte, Túor, no creas que tu espada es indigna(…) pero no te envío sólo por tu valor, sino para llevar al mundo una esperanza”).

Signo: aparece en la mayoría de relatos pero no en todos. El signo externo que se ofrece no pretende satisfacer la curiosidad personal, ni siquiera proporcionar seguridad al llamado. Supone para él una especie de credencial de que el Señor ha hablado y se ha comunicado con él.(En este caso el escudo, el yelmo, la cota y la espada que Turgon deja en Vinyamar por recomendación de Ulmo y que Túor recoge como muestra de que él es el elegido).

Los profetas son, por tanto, hombres que, hablando en nombre de Dios, intervienen en situaciones críticas y sus intervenciones son de amonestación, consolación y esperanza, determinada por la situación que predican.

Túor es profeta en tanto que, no sólo transmite las palabras de Ulmo para salvar a Gondolin, sino que él mismo, aceptando y cumpliendo su destino, llevó una luz y una esperanza a Hombres y Elfos, no sólo por ser el padre de Eärendil gracias al cual se consigue el perdón de los Valar si no, como el propio Tolkien dice en una de sus cartas: “el caso de Túor y sus descendientes fue un acto directo de Dios (Eru, no los Valar) en última instancia. La entrada en los Hombres de la corriente élfica representa en verdad parte del Plan Divino para el ennoblecimiento de la raza humana, desde el principio destinada a desplazar a los Elfos”.

Cabe ahora preguntarse si Tolkien escribió este pasaje imitando “conscientemente” los textos proféticos o, si como él decía “algo de las propias reflexiones, lecturas y valores del narrador aparecerá inevitablemente. No es esto lo mismo que la alegoría”.

Fuera como fuese, lo cierto es que ahora disfruto este pasaje bajo una nueva luz y se ha convertido, para mí, en uno de los más hermosos de toda la obra de Tolkien (al menos de la que he leído hasta ahora).

Sumergirse en el complejo y rico mundo de la subcreación de Tolkien es siempre una experiencia grata y sorprendente.


Olatz Idirin “Keleb-dûr”.


Nota: ¹ Isaías, Jeremías, Ezequiel, Oseas, Amós y Jonás.

Publicado Estel 48


Bibliografía:

-Cuentos Inconclusos. J.R.R.Tolkien.

- El Silmarillion. J.R.R.Tolkien.

-Cartas 153 y 181 de J.R.R.Tolkien, selección de Humphrey Carpenter.(Con la inestimable ayuda del Índice a las Cartas de JRRTolkien, de Helios “Imrahil” aparecido en las Esteles 35 y 37).

-La Biblia.

-El Profeta. Artículo de Damián Distel, religioso colombiano.

-El Profeta. Artículo de Frithjof Schuon, maestro sufí, filósofo, poeta y artista suizo.

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