viernes, 26 de mayo de 2006

Diario de un esclavo

(Crónica de la Mereth o Tarwendili, 20-22 de enero del 2006 en Cuenca)

Dedicatoria: a todos los participantes, que sabrán mejor que nadie de qué hablo.

"No piensen ustedes que yo nací esclavo, nada más lejos de la realidad, aunque también es cierto que hace tanto que ejerzo esta profesión, que ya me he olvidado de cómo vive una persona normal. Es cierto que luché hasta la extenuación por combatir, pero la verdad es que sucumbí, y fui hecho prisionero en el mes de febrero de no me acuerdo bien qué año.

Pese a mi nueva posición, logré eludir el primer envite de mi nuevo rol, y no asistí a la Estelcón de Uclés, organizada por mi Smial (bien que me pesó más tarde... ¿o quizá no?). Mi amo, que es muy bueno, nos sacaba al campo, pese a que caía nieve abundantemente y hacía un frío que pelaba. Por fin, tras unos meses de asueto, nos comentó que nos iba a llevar de excursión a Granada, y ahí fue donde comenzó todo en realidad. Disfrutamos, caminamos, cantamos, caminamos, bebimos, caminamos... una auténtica delicia. Como es lógico, en el viaje de vuelta, comenzaron a surgir voces, disonantes según mi amo, que animaban a los rohirrim (nombre elegido por mi amo y un amigote de taberna y juegos) a organizar un evento de tal magnitud.

No había pasado ni un año y mi amo nos volvió a sacar a pasear, esta vez a Alicante, a visitar a unos amigotes suyos, a los que hacía tiempo que no veía. Más de lo mismo, diversión, cánticos, cerveza, comida... y en el viaje de vuelta, larga charla con el maestro herrero (que así se llama el penúltimo fichaje de mi amo). Se acababan de estrenar unas películas que le gustaban mucho, y, claro, fuimos comentándolas todo el rato (por supuesto yo conducía).

Después, fuimos invitados a una fiesta en Valencia. Creo que dedicada a la luna, por otros amigos de mi amo, y no nos faltó tiempo para acudir. La idea era invadir aquella región, y a fe mía que creo que lo conseguimos. Nunca había disfrutado tanto, ni había conocido a tanta gente, esclava como yo, hasta entonces.

Como os podéis imaginar, en el viaje de vuelta volvieron a sonar las "voces disonantes" pidiendo que organizáramos algo parecido (mejor era muy difícil), pero mi amo hizo oídos sordos, y aquella noche además nos acostamos sin cenar y con unos azotes de propina.

Pasó el tiempo y marchamos a las tierras del norte, cómo no, de visita a otros amigos de mi amo. Él se empeñó en guiarnos y, como no estaba muy acostumbrado, nos perdimos varias veces (según sus palabras no fue así, pero, claro, cualquiera no le da la razón). En el viaje de regreso, se alzaron de nuevo las voces y esta vez mi amo no nos mandó azotar ni nada, se quedó pensativo y nos dijo:

"Está bien, os pondré a prueba organizando algo, para ver lo mucho que me amáis y me hacéis caso". Nosotros nos pusimos muy contentos y cantábamos: "Cuernavilla, Estelcón, Cuernavilla, Estelcón". Pero nos reprimió y nos hizo callar.

"Insensatos, organizaremos la 1ª Mereth o Tarwendili", y voy a invitar a un montón de amigos para que vengan aquí. Sudaréis sangre y desearéis no haberme conocido". Temblamos de miedo, pero el tiempo pasaba y no decía nada al respecto.

De repente una mañana comenzamos con los preparativos: buscar local, tema de horarios, comidas... Después de todo no era tan pesado, en la hora del almuerzo hacíamos todas estas cosas y no nos costaba esfuerzo.

Pero las fechas se acercaban y una serie de circunstancias me llevaron a pensar que quizá, después de todo, no era buena idea organizar esto (la gente no respondía como yo esperaba, la presión que ejercía mi amo era brutal...). Pero todo esto pasó y llegó la hora de distribuir las tareas. Todos teníamos algo que hacer: servicio de cocina, recoger, contar la gente que vendría, y él, pues eso, a ejercer de anfitrión.

Todo comenzó la tarde del jueves. Había que limpiar el lugar y fregar los útiles que tendríamos que utilizar durante el fin de semana. Las condiciones eran infrahumanas ya que tuvimos que hacerlo con agua fría (no se nos ocurrió enchufar el termo que había en la cocina, lo que nos habría evitado el mal trago).

Cuando llegaron los asistentes, mi amo se puso nervioso, y comenzó a fustigarnos y a ordenar que trajéramos algo de comer, preparar café, servir agua, y así un largo etcétera de cosas. Según dijo, como nos habíamos portado bien, nos sacó a dar un paseo por la ciudad, y tuvo el detalle de soltarnos sin cadenas. Disfrutamos en una iglesia de un momento de oración, e incluso pudimos confesar nuestros pequeños delitos. Antes de regresar, mis compañeros y yo pensamos que el amo se había vuelto loco: nos regaló un bolígrafo a cada uno (y encima pintaban y todo). Vencidos por el sueño, nos fuimos a descansar, porque según nos dijo: "Mañana será un día muy largo". No podía imaginar cuánto.

Nos despertaron unos hombres que hablaban raro y tocaban unos cuernos más raros todavía. Sin darnos casi tiempo, ni dejarnos desayunar, asistimos a la Misa con Laudes intercalados, y después nos encerró en la cocina, de dónde no nos dejó salir hasta que todo el mundo estuvo sentado y las cosas preparadas. Tras recoger, unos amigos de mi amo nos instruyeron en temas de religión, relacionándolos con un tal Tolkien (seguro que es otro amigo de mi amo, pero yo no lo conozco, salvo por alguna fotografía que siempre lleva en la cartera). Y cuando todo se estaba poniendo superinteresante, mi amo me mandó a buscar la comida con otro compañero esclavo (uno de los cuatro que estábamos encargados de la cocina).

Servimos la comida y no sabemos cómo acabaron las enseñanzas, pero el amo dice que lo tiene todo solucionado, pues había puesto una caja gris para que las palabras se escondieran dentro. No sé si cabrían todas. Tras fregar y recoger, nos comentó que podíamos disfrutar de un ratito de "esparcimiento", oyendo como la gente leía historias preciosas. Pero como a él no le apetecía "dirigirlos", pues que me encargara yo. Menos mal que sus amigos eran majos y nos obsequiaron con bellos cuentos y con dulce música.

Tras un rato, merendamos y rezamos una hermosa oración que se llama Rosario. Después mi amo se ofreció para salir a buscar la comida, porque según decía tenía que hablar con el tabernero que nos la servía (ya hemos puesto dinero, que hemos ido sisando poco a poco, para comprarle un braguero).

Por la noche, tras servir la cena y el café y recoger un poco, nos dejó sentarnos con sus amigos, creo que más que nada para presumir de lo buenos que eran sus esclavos y lo bien que nos trataba. Cantamos, charlamos, bebimos, contamos chistes y, a altas horas de la madrugada, nos fuimos a la cama a descansar.

El día amaneció frío y el amo nos dejó subir a Misa con él y sus amigos, para, a continuación, visitar la Catedral de Cuenca (con guía incluido). Pasamos un frío horroroso, de hecho el amo dice que desde el Largo Invierno, nunca había pasado tanto. Pero nuestra alegría duró poco, ya que había que preparar de nuevo un almuerzo, café, bebidas... y fuimos enviados como avanzadilla, mientras él solucionaba otros temas con sus amigos y sus monturas.

Mi amo debería aprender de sus amigos. Éstos sí que son majos, pues sacaron de una bolsa un regalo para todos, ¡hasta para nosotros! Como nunca nos regalan nada, casi se nos saltan las lágrimas de la emoción: ¡un anillo como el de otro amigo de mi amo, un tal Frodo Bolsón!
Por fin, hacia el mediodía, nos dejó marchar a cumplir con nuestras obligaciones familiares, más que nada porque se iba a poner a charlar con sus amigos de sus cosas y no quería que estuviéramos presentes, o tal vez fue la amenaza de denunciarlo al STE (Sindicato de Traumatizados Esclavos)".

Esto es lo que podría haberse escrito como contracrónica, es decir, una crónica vista desde el lado opuesto. Nada más lejos de la realidad.

Queridos hermanos en Cristo, sabed que los "esclavos" de Cuernavilla hemos disfrutado de muchas cosas: vuestra presencia, amistad, sabiduría...

Hay algo en este relato que es cierto: al principio estaba un poco... -no sé cómo definirlo exactamente-, pero os aseguro que las expectativas que nos habíamos marcado inicialmente han sido superadas con creces. El saber que tenemos a Alguien que cuida de nosotros y que hay más gente de la que pudiéramos pensar que coincide con nuestra forma de ser y de pensar, reconfortó mi corazón hasta hacerlo rebosar de alegría. Mis pensamientos funestos del principio se eliminaron a los diez minutos de estar con vosotros, a los que ya no considero amigos, sino HERMANOS.

No sé qué más puedo escribir. Tan sólo una última cosa: GRACIAS por habernos obsequiado con vuestra presencia, amor y testimonio.

Arathorn II, Escriba de Cuernavilla.

Fuente: Lista de Correo Tarwe, Estel 49

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